Naranjo en flor

Bajo el ardiente sol del sábado al mediodía, más veraniego que primaveral, se encontraban en el verde césped dos viejos conocidos. Apostar algún billete por uno o por otro quedaba solo para aquellos que se enceguecen de fanatismo o para aquel que simplemente se deleita cuando las monedas van y vienen de mano en mano al compás de la redonda.
Los antecedentes nunca son esquivos en partidos que a simple vista pueden ser para cualquiera de los dos, y los que precedían a este justamente no esclarecían absolutamente nada. Los dos encuentros previos entre naranjas y amarillos, ambos en la categoría D, habían terminado en goleadas repartidas con casi idénticos scores.
La número cinco comenzó a dar sus primeros giros, caprichosos por cierto y en ese instante del tiempo la estadística se esfumó. En los primeros minutos, el juego resultaba trabado, ambos equipos se estudiaban como si no se conocieran, aunque esto no duró demasiado ya que Atlético con el peso de su mediocampo y la jerarquía de sus delanteros comenzó a inclinar la cancha hacia el arco que da al Pepsi Music.
Así fue que de una pelota que le queda picando a Enzo, sale un centro de mucha
altura y poca fuerza que alcanza a conectar con la cabeza Morocho y aunque sin velocidad ni dirección al arquero se le embarulla entre las manos y el naranja se pone uno a cero.
Unos minutos más tarde, en lo que seguía siendo un partido medianamente trabado, Rata (no Pet) el verdadero Rata, disputa una pelota en la mitad de la cancha en la que termina cometiendo infracción al caerse al piso. Jaime, jugador estandarte del equipo que viste los colores suecos reacciona muy mal y le da un topetazo de atrás al minúsculo Juan Pablo, a lo que este último responde dándose vuelta y empujando a quien comenzó con el tole tole. En fin amarilla para ambos y de aquí en más por si le faltaba algún ingrediente al encuentro, comienza a ser más hablado que partido de truco. A raíz de ese tiro libre, sobrevuela por el área naranja una pelota en la que no logran entenderse el Negro y Giaco, otros jugadores todavía discutían sobre los empujones y así es como en un abrir y cerrar de ojos, Riddim empataba sin mucho merito hasta el momento.
Corrieron los minutos y como se dio en la apertura del marcador otra vez de cabeza, ahora Pichu, anotaba para volver a estar arriba. “Le quemé las manos al arquero...”, dijo el Jirafo Tellechea en declaraciones posteriores y con alguna birra demás. De aquí en más el naranja empezó a manejar un poco más el partido desde los pies de los que más saben, Raúl y Fede en el medio con Enzo tirándose atrás para tocar e ir a buscar. El tercer gol vino con un golpe de suerte ya que tras un centro no demasiado fuerte que intenta enviar Fede desde el lado opuesto a su posición habitual, un defensor la manda adentro descolocándolo completamente al arquero. Así termino el primer tiempo y aunque el naranja sabía que ese resultado no estaba cerrado para nada, salía a la cancha más tranquilo, tanto es así q varios le dijeron a Ratita: “Jugá tranquilo no te hagas echar al pedo y ojo que ya tenés una amarilla”. A lo que el cinco respondió: “Vos quedate bien tranquilo, que a mi no me van a echar...”.
Arrancó el segundo tiempo y al minuto Ratita afuera, y no vaya a creer que pegó alguna a lo Flavio Zandona-Edmundo o algo por el estilo. No, nada de eso, cometió la ingenuidad más grande que se pueda cometer en una cancha de fútbol, quedarse parado delante de la pelota sin dejar jugar al rival luego de haber cometido una infracción y teniendo una amarilla sobre el lomo.
Entonces, el equipo se miró como diciéndose, si nos ganan después nos tendrán que velar en lo de Ortega, porque ni con el “Diego” en frente se lo vamos a entregar. Corren los minutos más lentos que la historia universal haya registrado desde el calendario Maya hasta los días del reloj sin pila, el naranja trata de acomodarse a las circunstancias y cuando logra parar un nuevo dibujo táctico como para que no se note esa enorme diferencia que puede haber cuando hay un hombre menos, se eleva nuevamente en la mano del arbitro la misma tarjeta roja, en este caso para un hombre de Riddim.
El partido termina de cerrarse con otro gol en contra, el cuarto, y luego quedó tiempo sólo para que aquellos que disfrutan del buen fútbol se sentaran a observar todo el talento que despliega el naranja cuando juega sin el nerviosismo de estar peleando el resultado. El quinto fue un tiro libre pateado por Raúl, a lo Juan Román Riquelme que entró al segundo palo ahí en donde tejen las arañas.
La temperatura rondaba los treinta grados y esto era otro rival para Riddim que sufría al no tener recambios, así y todo tras un pelotazo largo, el nueve le gana la espalda al Negro, elude a Giaco con pelota dominada y define muy bien ante la corrida desesperada a lo Ivanov del Negro hacia el arco. La verdadera magia se hizo notar cuando la pelota fue como atada al nuevo calzado que lució Fede, éste se escurrió entre dos rivales y con un centro al ras del piso habilitó a Enzo quién entró por detrás de todos y clavó un zapatazo al travesaño que termino en la red.
Promediando el cierre del partido, con un naranja totalmente dominador del encuentro, tocando para acá y para allá, abriendo la cancha y haciéndola correr, llegó la frutilla del postre. De un lateral que hace el Negro en tres cuartos de cancha hacia el medio, Morocho la para como puede y ante el grito de su hermano: “Pégale si te gusta”, le da a tres dedos desde un poquito más adelante de mitad de cancha y la pelota recorre el aire dibujando una media luna, se clava no donde tejen las arañas sino aun más al ángulo.
Lo cierto es que más allá de cual sea el gol de la fecha o del campeonato para Macaya. El naranja alguna vez supo sufrir (liguilla para entrar a la D), después amarse (asados y cervezas donde pinten) y al fin andar con sentimiento (que es sinónimo de sin pensamiento). Hay que destacar que con esta victoria Atlético ascendió a la B y va por el título que se le escapó en la D.

Por Javier Morocho Ortega (13)